Si prefieren mudarse del frío norteño a un ambiente egipcio, en tan sólo seis paradas de metro se llega al Passage du Caire (2, place du Caire – 16, rue du caire – 239 rue Saint-Denis), el más antiguo pasaje cubierto de la ciudad. Hoy aloja tiendas poco interesantes, pero merece una parada para admirar la fachada orientada hacia Place du Caire, adornada con jeroglíficos y tres efigies de Hator, la diosa de la feminidad por excelencia.
Este lugar está lleno de misterios y curiosidades: aquí se encontraba el Convento de las Hijas de Dios y se dice que el suelo está hecho con las mismas lápidas de las monjas. Es curioso ver como un lugar consagrado después de unos años se convirtió en una “corte de milagros” donde los estafadores y los ladrones se daban cita para planear los días, y luego se encontraban en la noche con el botín.
Ya en el corazón de la capital, una parada romántica es sin dudas la Biblioteca Polaca (6 quai d’Orléans, 75004) sobre la isla Saint-Louis, la más pequeña de las islas naturales que se erige sobre el río Sena, el cuál aloja desde 1853 a la institución polaca más grande del extranjero. Creada en 1832 por inmigrantes que huyeron del país después de la ocupación rusa, hoy cuenta con más de 200.000 libros y obras, incluídos unos muy extraños. Dentro del palacio hay tres museos dedicados a los más famosos exponentes artísticos polacos: Adam Mickiewicz, poeta símbolo de la unidad nacional, Bolesław Biegas, pintor surrealista y simbolista y, por supuesto, Fryderyk Franciszek Chopin, también conocido con el nombre afrancesado de Frédéric François Chopin.
Si se desplazan al extremo oriente, uno de los lugares más deslumbrantes es el Cinema la Pagode (52, Rue de Babylone), desafortunadamente cerrado, pero se puede apreciar por afuera. A fines de 1800 Japón estaba muy de moda en la ciudad, y por eso el dueño del gran almacén le Bon Marché, decidió regalar a su mujer una auténtica pagoda japonesa. Fue memorable su inauguración, con la orquesta del Teatro de París. Sin embargo, ni el espectáculo ni la pagoda fueron suficientes para la mujer, dejó sólo a su marido y él al final decidió vender la pagoda. En un principio, la embajada china se mostró interesada por este edificio pero pronto se enteró de que en el interior los murales relataban las dominaciones japonesas frente a China… En 1931 el edificio se transformó en un maravilloso cine, con un hermoso salón de té en el jardín interior. Lamentablemente cerró en 2015.